La función
social de la medicina comprende el procurar el bienestar de todo el conglomerado
de la comunidad, el abordar el cuidado de la salud en general para conservar la
integridad física humana, el velar por el entorno que rodea al hombre, el
prevenir las enfermedades o afrontarlas para vencerlas o disminuir el dolor y en
fin, el tratar de mejorar y prolongar los patrones de vida digna, tanto
individual como colectiva.
Los
valores más importantes del ser humano son la vida y la salud; los actos médicos
están orientados a cuidar la salud con la máxima meta de preservar la vida,
siempre dentro del más alto concepto de calidad y dignidad.
Quienes se
dedican al noble ejercicio de la medicina debieran ser las personas más
capacitadas, las más correctas a toda prueba y al mismo tiempo las de mayor
sensibilidad humana, con espíritu de cooperación y de servicio a la
colectividad.
La
profesión de la medicina se estimó como un apostolado que requiere cierta
dignidad y dedicación total por tanto necesita estabilidad en un rango superior
con especial consideración y confianza de parte de la ciudadanía.
La suprema
excelencia del médico se logra cuando su virtud se demuestra en la práctica
profesional con decoro, arte y dignidad social y moral.
La
comunidad le exige al médico suficiente preparación científica, habilidad en su
arte, idoneidad profesional, gran moralidad y cierta proyección social en el
ejercicio de sus funciones.
Así mismo
la sociedad debe procurar que el médico disponga de los elementos indispensables
para el ejercicio de la profesión y cuente con un nivel económico y social digno
en relación con su alto rango cultural, científico y de responsabilidad dentro
de la comunidad, sin privaciones ni exageraciones.
La
verdadera vocación médica significa una disposición constante y permanente del
ánimo hacia las disciplinas médicas, tales como interés por la ciencia, anhelo
de aprovechamiento para bien de la comunidad, mediante el ejercicio ético de la
profesión y el hábito investigativo.
El
espíritu médico comprende tres fundamentos: técnica científica, sensibilidad
profesional y amplitud filosófica.
El médico,
para cumplir con el principio ético-científico de la medicina, debe poseer una
vocación humanitaria profesional, conocimientos científicos y habilidades
profesionales actualizadas en todo momento, que le permitan ofrecer el cuidado
necesario a los enfermos de manera segura, digna, honorable y en lo posible
altruista.
El
fundamento de la deontología médica: curar algunas veces, aliviar con
frecuencia, consolar siempre.
El ganarse
la confianza del enfermo es la condición indispensable para estimular el
sentimiento del alma y disponerlo favorablemente para el restablecimiento de la
salud y la buena relación médico-paciente.
La importancia de la medicina tiene su orígen en evitar que un humano (o animal en veterinaria) sufrir. Desde tiempos inmemoriables, el humano ha buscado la manera de mitigar el dolor y el sufrimiento. Sus descubrimientos los ha ido registrando hasta nuestros días para que los médicos de hoy sepan las técnicas para curar a los enfermos.
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