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lunes, 12 de noviembre de 2012

¿CUAL ES EL OBJETIVO DE LA MEDICINA?

Ciencia que se ocupa de prevenir, diagnosticar y curar las enfermedades del cuerpo humano.
Su objetivo primordial es erradicar la enfermedad humana, ya sea de forma individual en un solo paciente, o en una colectividad en la que se ha producido un brote epidémico. Para ésto es necesario realizar un diagnóstico y pronóstico de la enfermedad, así como establecer un tratamiento terapéutico en los enfermos que trata. El diagnóstico o reconocimiento de la enfermedad debe ser lo más completo posible, lo que exige una precisión pluridimensional, afrontada desde diversos puntos de vista y, a la vez, individualizada en el paciente, es decir, referida a la forma clínica y características especiales que definen a la enfermedad en el enfermo correspondiente. Todo ello posibilitará una mejor predicción del curso de dicha enfermedad, su gravedad y sus posibilidades de curación. El plan terapéutico puede ser de muy diversos tipos: tratamiento medicamentoso, quirúrgico, fisioterapéutico, etc., y en muchos casos, también psicoterapéutico. Todos estos constituirían los objetivos inmediatos de la medicina asistencial o clínica.
Sin embargo, el objetivo de la medicina no es sólo la curación una vez contraída la enfermedad, sino también la prevención de ésta, para lo cual es la medicina preventiva la encargada de ofrecer los consejos oportunos sobre higiene, alimentación, actitudes personales, etc.
En los últimos años, la medicina ha progresado de forma espectacular, hecho al que han contribuido de forma extraordinaria otras ciencias, como la biología o farmacología. Para la primera, que busca un conocimiento general de las cosas, es primordial la investigación básica, que permite que ese conocimiento sea utilizado en la investigación aplicada, es decir, aquella que busca algo que tenga una utilidad, que sirva para mejorar la salud u otros aspectos de la vida. Pero el progreso de la medicina no se debe sólo al desarrollo científico; el desarrollo tecnológico, especialmente en la última década, ha contribuido de forma notable a los avances médicos. De hecho, la rápida adquisición de los nuevos conocimientos por parte de los profesionales de esta ciencia, hace que los textos de medicina que publican en las revistas científicas caduquen muy rápidamente después de su aparición.
Así, el siglo XX ha asistido al descubrimiento de vitaminas que curan las enfermedades carenciales, al hallazgo de antibióticos como la penicilina, a la fabricación de vacunas contra agentes bacterianos muy específicos, a la inmunización frente a enfermedades víricas, a los avances en el tratamiento de afecciones endocrinas y metabólicas y, gracias a las aportaciones de la genética y de la inmunología, se ha progresado mucho en el campo de los transplantes de tejidos y órganos.
Para la adecuada práctica de la medicina se hace necesario la existencia de instituciones adecuadas, tales como hospitales y otros centros públicos de salud, clínicas privadas, centros de planificación familiar, administrativos, de investigación, etc., todos ellos distribuidos en diferentes pueblos y ciudades. También son muy importantes los aspectos relacionados con la educación médica, de modo que cada país posee una serie de requisitos, determinados por los comités y consejos, para conseguir los títulos y licencias que hacen posible practicar esta ciencia, aunque en los países desarrollados suelen ser bastantes similares. Por otra parte, los grandes avances científicos han llevado a considerar de forma distinta a como se hacía años atrás, la ética de los médicos en su labor profesional. Una nueva disciplina denominada bioética se ocupa de estos aspectos y afronta temas tan discutidos como el mantenimiento de enfermos terminales, la interrupción voluntaria del embarazo, la manipulación genética que permite elegir el sexo y otros caracteres de nuestros hijos, o la posibilidad de crear animales genéticamente idénticos mediante procedimientos de clonación.

Historia de la medicina

En los últimos ciento cincuenta años la medicina ha pasado a ser dominio de la ciencia; antes de esto, la curación era cosa de la tradición y la magia, actitudes precientíficas que, en muchos casos, han persistido hasta nuestros días.

La más primitiva evidencia de la práctica de la medicina apareció durante la Edad de Piedra, en el período Neolítico, como prueban algunos cráneos encontrados en excavaciones, que tenían practicadas perforaciones, presumiblemente para que salieran los espíritus demoníacos; esta práctica era, y es, llamada trepanación.
Los tratamientos médicos en las culturas primitivas se encontraban a medio camino entre lo empírico y lo mágico. Los tratamientos del primer tipo incluían extracciones de sangre (sangrías), dietas, cirugía -por supuesto muy poco desarrollada-, y la administración de numerosas pociones, lociones y remedios de hierbas -algunos de los cuales se utilizan también en la moderna medicina. El segundo tipo de tratamientos se reservaba para las dolencias más graves; en éstos había que contar con la disponibilidad propiciatoria de los dioses, y era preciso que una persona -que encarnaba las figuras del doctor y del sacerdote- realizara rituales especiales con provisión de amuletos. La práctica de los exorcismos -sacar el diablo del cuerpo, u obtener la salud por medio de la fe- es aún práctica vigente en determinados rituales en nuestra sociedad. Otras ciencias empíricas, como la acupuntura o la homeopatía son también conocidas desde tiempos remotos.
El desarrollo de la ciencia de la medicina comenzó con la filosofía natural griega. Hipócrates, justamente considerado en la historia como el padre de la medicina, fue el gran médico de la Antigüedad clásica, cuyo nombre ha pasado a ser casi sinónimo de todo aquello que implique o tenga relación con la medicina. Se asocia el término hipocrático, ("juramento de Hipócrates") a códigos de conducta moral que rigen en la actualidad las pautas de los profesionales de la medicina en su servicio de la humanidad. Galeno de Pérgamo, una autoridad de la medicina clásica, ya dejó claros los términos anatomía y fisiología, y toda la medicina medieval se basaba en los textos del griego, si bien algo adulterados.
En los siglos XVI y XVII se ponen los cimientos de la medicina moderna; hombres como Fabricio Vesalius y William Harvey renovaron la crítica, dieron los primeros pasos en la investigación médica y, tal vez, hayan sido los más innovadores en medicina preventiva, anestesia y terapia con medicamentos.
La medicina preventiva se comenzó a practicar en época medieval cuando los barcos trajeron a Europa la peste negra, y se instauró la llamada cuarentena, que consistía en el aislamiento de los posibles afectados durante un período de cuarenta días, al cabo de los cuales, si no se desarrollaba la enfermedad, las personas podían salir de la nave.
La anatomía ha constituido una de las principales áreas de estudio a lo largo de toda la historia de la medicina, lo que es posible apreciar en los estudios iniciados por Aristóteles y Galeno, entre otros. En la época renacentista destaca la figura de Leonardo da Vinci y, posteriormente, en el siglo XVII, Marcello Malpighi, que fue el fundador de la anatomía microscópica.
Estudios más próximos a nosotros fueron las investigaciones de Edward Jenner sobre vacunación, y la teoría de los gérmenes en las enfermedades, propuesta por Louis Pasteur y desarrollada por Robert Koch. Importantes investigaciones sobre la anestesia y la asepsia, de Joseph Lister, contribuyeron al avance de la cirugía, y Crawford Long y James Simpson fueron los pioneros en su uso. Las terapias con drogas tienen un claro origen en los remedios con hierbas; dos de los descubrimientos más importantes en el siglo XX con respecto a este campo fueron la insulina (Frederic Banting y Charles Best) y la penicilina (Alexander Fleming), principios sobre los que se derivaron todos los antibióticos, la quimioterapia, drogas, sulfamidas, etc.

La medicina actual

En el siglo XX, la medicina ha sufrido una transformación radical, especialmente en lo que se refiere a la capacidad de actuación de los profesionales de esta ciencia que, en nuestros días, pueden curar enfermedades que antes eran mortales, creando unas expectativas de vida muy grandes. Estos avances se manifiestan en los métodos de diagnóstico, en la terapéutica médica y quirúrgica, e incluso en la medicina preventiva.
 
Entre los elementos de diagnóstico más sofisticados se encuentran las modernas técnicas de reconstrucción de modelos tridimensionales del cuerpo (tomografías tradicionales, ecografías, tomografía axial computarizada y resonancia magnética), además de las visiones directas del interior del organismo (artroscopia, cirugía endoscópica, cirugía cardíaca teledirigida, etc.). La exploración mediante analítica bioquímica e imagen permite conocer hoy día cualquier rincón y reacción del cuerpo humano. Los avances de la cirugía son también espectaculares. La utilización del microscopio, el rayo láser como elemento disector, las técnicas de los transplantes -que han posibilitado salvar miles de vidas gracias a la implantación de órganos completos (corazón, riñón, hígado...) en enfermos desahuciados-, las técnicas de cirugía endoscópica, las múltiples y finísimas intervenciones guiadas sobre áreas muy reducidas del cerebro, e incluso los ensayos actuales de cirugía robotizada y controlada por ordenador sin que intervenga prácticamente nada la intervención de la mano humana, sumado todo ello a mejores suturas, sistemas de hemostasia, de corte y disección, han creado un panorama muy satisfactorio en la cirugía.
Uno de los campos quirúrgicos más importantes es el referente al corazón y los grandes vasos. Las técnicas de dilatación de válvulas (hoy por vía endovenosa), recanalización de coronarias, y otras consecuciones a corazón abierto, inimaginables hasta hace poco, han posibilitado la continuación de la vida a numerosos pacientes.
Por desgracia, esos avances de la medicina no se manifiestan por igual en todos los países del planeta, de tal modo que, aún existiendo un avance general en todas las ramas de la actuación médica, unos sectores de la población tienen mejor acceso a ella, y por tanto están mucho mejor protegidos que otros, especialmente los de países marginados y pobres. Asignatura pendiente, ya en los albores del siglo XXI, que tienen pendiente tanto la medicina como los dirigentes políticos que estructuran la dinámica social y económica del mundo.

Pero todavía la medicina tiene que enfrentarse a numerosos retos, entre los que se encuentran el cáncer, el tratamiento de muchas enfermedades mentales como el Parkinson y la enfermedad de Alzheimer, y numerosas enfermedades infecciosas como la hepatitis y el SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida). Aunque la ciencia ha conseguido importantes logros en su lucha contra las enfermedades infecciosas, existen otras para las que no se conoce un método de combate eficaz.

En el caso del SIDA, por ejemplo, aunque la terapia farmacéutica presenta cada vez mejores resultados, hace tiempo que se intenta encontrar una vacuna que ponga freno a esta plaga de nuestros días. El virus de la hepatitis B (VHB), además de producir enfermedades hepáticas, origina una forma común de cáncer, y es el carcinógeno humano más importante, después del tabaco. En este sentido, el progreso de la biología molecular del VHB ha encontrado interesantes aplicaciones médicas, entre las que se encuentran la prevención de las infecciones por medio de las vacunas. Se han depositado muchas esperanzas en las nuevas vacunas creadas mediante ingeniería genética, para la erradicación de este tipo de enfermedades.
El cáncer, por su parte, se trata con muy distintos métodos según el tipo, pero en la actualidad se sigue buscando un sistema de inmunoterapia, es decir, un tratamiento que permita incrementar el potencial innato del sistema inmune, que constituye la principal defensa natural del cuerpo contra virus y otros invasores extraños, incluido el transplante de órganos, para eliminar las células cancerosas. Y, en cualquier caso, la inmunoterapia constituye un buen complemento de los tratamientos ya existentes.

Gracias a las modernas técnicas de bioquímica y genética molecular se ha abierto un campo enorme de futuras posibilidades para controlar las enfermedades hereditarias. Existe un proyecto mundial, el Proyecto Genoma, coordinado por numerosas instituciones y que tiene por objetivo obtener el genoma humano completo. Los mapas que se obtengan serán de gran valor en investigaciones acerca de la organización génica y cromosómica, así como en la identificación de genes implicados en ciertas enfermedades genéticas.

Los progresos médicos prometen más salud en un futuro, mediante el empleo de nuevas terapias, la manipulación genética, la construcción de órganos artificiales, el empleo de fármacos de diseño y la aplicación de otras ingeniosas técnicas para restaurar las funciones orgánicas. Igualmente se combatirán muchos más agentes infecciosos. No obstante, todos estos conocimientos deben ser aplicados para permitir una mejor calidad de vida, y habrá que tener muy en cuenta los aspectos éticos que cada caso conlleve.

Medicina natural

La medicina natural se fundamenta en el empleo de las plantas medicinales. Durante mucho tiempo los remedios naturales, y principalmente las plantas medicinales, fueron el principal y único recurso de que disponía el médico para intentar las curar enfermedades.
El desarrollo científico y tecnológico permite a la industria farmacéutica y muchos equipos de investigación utilizar y extraer de las plantas aquellas materias primas necesarias para la fabricación de medicamentos elaborados. A pesar de ello, todavía en nuestros días no se ha perdido el uso de estas plantas de forma natural; de hecho, la gente intenta saber cada vez más sobre la utilización de éstas, sus principios activos y su aplicación en el tratamiento de diversas enfermedades. Incluso la venta de estos productos en los herbolarios se ha visto incrementada en los últimos tiempos.
Muchos especialistas afirman que los remedios a base de plantas tienen grandes ventajas en comparación con los tratamientos químicos, debido a que sus principios activos se encuentran biológicamente equilibrados porque existen sustancias agregadas unas a otras con cierto grado de dependencia y por sus recíprocas conexiones, de tal forma que éstas no se acumulan en el organismo y sus efectos contraindicativos son muy limitados. Las sustancias activas de las plantas medicinales suelen ser principalmente productos del metabolismo primario, formados gracias a la fotosíntesis, tales como sacáridos; así como sustancias resultantes del metabolismo secundario, formadas por asimilación del nitrógeno, entre los que se encuentran aceites esenciales, resinas y alcaloides.
Son numerosas las técnicas de recolección, preparación, secado y conservación que permiten utilizar correctamente las plantas medicinales, pero la manera más sencilla de emplearlas es mediante infusiones simples o compuestas, o en forma de preparaciones. Sus efectos pueden ser muy diversos -estimulantes, diuréticos, laxantes, estomacales, antisépticos, antirreumáticos, digestivos, etc.-, lo que, en ocasiones, depende de cuál sea la parte de la planta utilizada -hojas, raíces, rizomas, semillas, pétalos, tallos o frutos-. De todas formas, conviene recordar que como muchas plantas contienen sustancias venenosas, no deben ser empleadas con ningún fin sin contar con la opinión y correcta prescripción del médico o farmacéutico.

IMPORTANCIA DE LA MEDICINA EN LA SOCIEDAD

 

La función social de la medicina comprende el procurar el bienestar de todo el conglomerado de la comunidad, el abordar el cuidado de la salud en general para conservar la integridad física humana, el velar por el entorno que rodea al hombre, el prevenir las enfermedades o afrontarlas para vencerlas o disminuir el dolor y en fin, el tratar de mejorar y prolongar los patrones de vida digna, tanto individual como colectiva.
Los valores más importantes del ser humano son la vida y la salud; los actos médicos están orientados a cuidar la salud con la máxima meta de preservar la vida, siempre dentro del más alto concepto de calidad y dignidad.
Quienes se dedican al noble ejercicio de la medicina debieran ser las personas más capacitadas, las más correctas a toda prueba y al mismo tiempo las de mayor sensibilidad humana, con espíritu de cooperación y de servicio a la colectividad.
La profesión de la medicina se estimó como un apostolado que requiere cierta dignidad y dedicación total por tanto necesita estabilidad en un rango superior con especial consideración y confianza de parte de la ciudadanía.
La suprema excelencia del médico se logra cuando su virtud se demuestra en la práctica profesional con decoro, arte y dignidad social y moral.
La comunidad le exige al médico suficiente preparación científica, habilidad en su arte, idoneidad profesional, gran moralidad y cierta proyección social en el ejercicio de sus funciones.
Así mismo la sociedad debe procurar que el médico disponga de los elementos indispensables para el ejercicio de la profesión y cuente con un nivel económico y social digno en relación con su alto rango cultural, científico y de responsabilidad dentro de la comunidad, sin privaciones ni exageraciones.
La verdadera vocación médica significa una disposición constante y permanente del ánimo hacia las disciplinas médicas, tales como interés por la ciencia, anhelo de aprovechamiento para bien de la comunidad, mediante el ejercicio ético de la profesión y el hábito investigativo.
El espíritu médico comprende tres fundamentos: técnica científica, sensibilidad profesional y amplitud filosófica.
El médico, para cumplir con el principio ético-científico de la medicina, debe poseer una vocación humanitaria profesional, conocimientos científicos y habilidades profesionales actualizadas en todo momento, que le permitan ofrecer el cuidado necesario a los enfermos de manera segura, digna, honorable y en lo posible altruista.
El fundamento de la deontología médica: curar algunas veces, aliviar con frecuencia, consolar siempre.
El ganarse la confianza del enfermo es la condición indispensable para estimular el sentimiento del alma y disponerlo favorablemente para el restablecimiento de la salud y la buena relación médico-paciente.
 
La importancia de la medicina tiene su orígen en evitar que un humano (o animal en veterinaria) sufrir. Desde tiempos inmemoriables, el humano ha buscado la manera de mitigar el dolor y el sufrimiento. Sus descubrimientos los ha ido registrando hasta nuestros días para que los médicos de hoy sepan las técnicas para curar a los enfermos.

AVANCES DE LA MEDICINA EN EL SIGLO XX

El siglo XX
Tratamientos contra la obesidad. 1923.
Entre los siglos XIX y XX se desarrollan tres concepciones o paradigmas médicos: el anatomoclínico (el origen de la enfermedad está en la "lesión"), el fisiopatológico (se busca el origen en los "procesos" alterados) y el etiológico (o de las causas externas), todos ellos herederos del modelo científico, principalmente biologicista y fundamentación filosóficas en el positivismo. Cada vez despuntan menos genios individuales con repercusión general y la investigación se basa en equipos interdisciplinarios o dedicados a búsquedas muy específicas. En este siglo se articula la relación entre investigación e industria farmacéutica y se asienta la estadística como procedimiento principal para dotar a la medicina de base científica. De hecho hacia finales del siglo se acuña el término de medicina basada en la evidencia: los protocolos estandarizados de actuación, avalados por los estudios científicos, van sustituyendo a las opiniones y experiencias personales de cada facultativo, y consiguen otorgar al cuerpo de conocimientos teóricos médicos una validez global en un mundo cada vez más interconectado. Entre los más destacados médicos de este siglo cabe destacar a Sigmund Freud, el gran revolucionario de la psiquiatría, Robert Koch, descubridor del bacilo causante de la tuberculosis, Paul Ehrlich, padre de la inmunología, Harvey Williams Cushing, padre de la neurocirugía, o Alexander Fleming, descubridor de la penicilina, con la que da comienzo la «era antibiótica» de la medicina.
En términos sociales, el conocimiento médico se consolida como un saber "experto" que permite definir lo normal y lo patológico y no sólo en un sentido corporal sino, también, en un sentido social y cultural y resolver así sin aparentes ambivalencias realidades culturales y sociales más complejas. Así se define la normalidad de las mujeres a las que la medicina atribuye, hasta bien entrado el siglo, un exclusivo papel como esposas y madres, en franca (y científicamente productiva) connivencia con las ideas sociales imperantes. Pero, además, la medicina contribuye a medicalizar comportamientos que habían sido manejados con destrezas culturales muy diversas. Desde la homosexualidad a la hiperactividad (comportamiento infantil travieso) van ocupándose territorios de la vida y generándose etiquetas médicas y tratamientos farmacéuticos que proclaman resolver complejas problemáticas sociales con la sistemática administración de ciertas píldoras. Pero la medicalización también ha contribuido a generar respuestas sociales muy diversas de carácter individual o colectivo y a tomar conciencia sobre la importancia de otros saberes culturales en la vida cotidiana que hoy en día se encuentran amenazados pro el monopolio médico.
En 1948 se funda la OMS bajo el amparo de la ONU, primer organismo médico internacional especializado en gestionar políticas de prevención, promoción e intervención en salud a nivel mundial.
Y en ese denso entramado de equipos investigadores y superespecializaciones va desarrollándose también una nueva forma de entender la enfermedad, o más bien, al enfermo, al hilo de una sociedad que despierta al ecologismo (entendido como movimiento social que pretende integrar de nuevo al individuo en el ambiente). Los siglos XVII al XIX, profundamente racionalistas, se esforzaron en clasificar los órganos, tejidos y enfermedades y en establecer las leyes de funcionamiento de los procesos fisiológicos y patológicos. Pero la evidencia de la complejidad de los seres humanos lleva a la conclusión de que no hay enfermedades, sino personas enfermas. En este contexto se desarrollan los modelos de salud y enfermedad propuestos por la Organización Mundial de la Salud, y que incorporan las esferas psicológica y social a la biológica, como determinantes de la salud de las personas. En 1978 se celebra la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria de Salud de Alma-Ata, donde se pone de manifiesto esa declaración de principios, así como la importancia crucial de las medidas sociales (suministro adecuado de agua potable y alimentos, vacunaciones...) y de la atención primaria de salud para la mejora del nivel sanitario de las poblaciones. El lema (finalmente no cumplido) de esta conferencia fue Salud para todos en el año 2000.[64]
La medicina técnica, capaz de desentrañar los secretos del cuerpo humano mediante dispositivos como la resonancia magnética, ha generado una corriente social "medicalizadora", en la que problemas y conductas se convierten en enfermedades. De este modo se consiguen dos objetivos: transferir la responsabilidad del individuo a la "enfermedad", y dejar su solución en manos de la técnica.[65]
Sin embargo, paralelamente a esa evidencia, el desarrollo de la farmacología a nivel industrial y económico ha convertido a la medicina del siglo XX en tributaria del medicamento como icono de salud. La Aspirina, sintetizada por Felix Hoffmann en 1897 se ha convertido en uno de los símbolos de la cultura de ese siglo. Estos rasgos contradictorios (una medicina deshumanizada y mercantilizada, pero que ha conseguido erradicar enfermedades como la viruela o la poliomielitis y que ha conseguido aumentar la esperanza de vida media por encima de los 70 años en la mayoría de los países desarrollados)[66] son la síntesis de la medicina moderna.
A partir de Emil Kraepelin y Eugen Bleuler, y posteriormente de Sigmund Freud, despega una de las ramas más tardías de la medicina moderna: la psiquiatría. El primero es el pionero en proponer que las enfermedades psiquiátricas son causadas principalmente por trastornos biológicos o genéticos. Bleuler realiza algunos aportes fundamentales en psiquiatría clínica (a él se deben los términos de esquizofrenia y autismo), y de Freud cabe decir que es el fundador del movimiento psicoanalítico. La escuela psicoanalítica, renovada por sus discípulos, ha seguido en mayor o menor grado vigente tras la muerte de su fundador y las ideas centrales han trascendido a la psiquiatría alcanzando disciplinas tan dispares como el arte, la religión, o la antropología pasando a formar parte de la cultura general. Posteriormente la psiquiatría recogerá, a través de Karl Jaspers, las influencias de la fenomenología y el existencialismo y a través de John Broadus Watson, del conductismo.
En las últimas décadas del siglo XX la psiquiatría desarrolló una escuela psicofarmacológica basada en la premisa de que el mecanismo de acción de los psicofármacos revelaba a su vez el mecanismo fisiopatológico secundario al trastorno psíquico acercándose de este modo a la neurofisiología.
Más logros técnicos que deben destacarse son la transfusión sanguínea, llevada a cabo por primera vez con éxito en este siglo gracias a los trabajos sobre grupos sanguíneos desarrollados por Karl Landsteiner, o el trasplante de órganos, abanderado, no por el primero, pero sí por el más mediático y exitoso de sus desarrolladores: Christiaan Barnard, primer cirujano en realizar con éxito un trasplante de corazón.
Nace la genética molecular, y se desarrollan las aplicaciones de la física en diferentes áreas de la medicina: el empleo de radioisótopos, la electroforesis, la cromatografía, la espectrofotometría, el uso del láser, el microscopio electrónico, las técnicas de ultrasonidos en ecografía, la tomografía axial computarizada o la resonancia magnética.
La automatización del cálculo mediante sistemas informatizados ha transformado la sociedad del siglo XX. Esa herramienta ha supuesto un gran impulso para muchas ciencias aplicadas como la medicina. Posiblemente el mayor logro médico del siglo XX sea la secuenciación del genoma humano y aunque todavía se tardarán algunas décadas en comprender y aprovechar ese enorme caudal de información, no cabe duda que supondrá una nueva revolución en el modo de abordar muchas enfermedades e, incluso, en el modo de comprender y definir al ser humano

AVANCES DE LA MEDICINA EN EL SIGLO XIX

La medicina del siglo XIX todavía contiene muchos elementos de arte (ars medica), especialmente en el campo de la cirugía, pero empieza a vislumbrarse, merced a la imparable consecución de conocimientos y técnicas, un modo de ejercerla más científico y, por tanto, más independiente de la "habilidad" o la experiencia de quienes la practican. Este siglo verá nacer la teoría de la evolución, expresión antropológica del positivismo científico que le es propio. La realidad puede medirse, comprenderse y predecirse mediante leyes, que a su vez van siendo corroboradas por los sucesivos experimentos. Por ese camino avanzan la astronomía (Laplace, Foucault), la física (Poincaré, Lorentz), la química (Dalton, Gay-Lussac, Mendeleiev) y la propia medicina.
La figura médica por excelencia de este período fue Rudolf Virchow. Desarrolló las disciplinas de higiene y medicina social, en los orígenes de la medicina preventiva actual. Es el mismo Virchow el que postuló la teoría de "Omnia cellula a cellula" (toda célula proviene de otra célula) y explicó a los organismos vivos como estructuras formadas por células. Poco antes de su muerte, en 1902, será candidato al Premio Nobel de Medicina y Fisiología, junto al español Santiago Ramón y Cajal, quien obtendrá finalmente el galardón en 1906.
Las últimas décadas del siglo XIX fueron de gran trascendencia para el desarrollo de la medicina contemporánea. Joseph Skoda y Carl von Rokitansky fundaron la Escuela Moderna de Medicina de Viena (Neue Wiener Schule), cuna de la nueva hornada de figuras médicas de este siglo. Skoda es considerado el principal exponente del “nihilismo terapéutico”, corriente médica que propugnaba abstenerse de cualquier intervención terapéutica, dejando al cuerpo recuperarse sólo o a través de dietas apropiadas, como tratamiento de elección frente a muchas enfermedades. Fue un notable dermatólogo y clínico, alcanzando fama por sus diagnósticos brillantes, certeros e inmediatos. A él se debe la recuperación y expansión de las técnicas diagnósticas a través de la percusión (adelantadas por Leopold Auenbrugger un siglo antes), y crea en 1841 el primer departamento dermatológico junto a Ferdinand von Hebra, el maestro de la dermatología del siglo XIX.
Rokitansky es considerado por Rudolf Virchow «el Linneo de la anatomía patológica» debido a su meticulosidad descriptiva, lo que acabó dando nombre a varias enfermedades descritas por él (tumor de Rokitansky, úlcera de Rokitansky, síndrome de Rokitansky...).
En el interior del Hospicio General de Viena puede verse la estatua de un hombre sobre un pedestal que representa al profesor Ignaz Semmelweis. Bajo la efigie se ha colocado una placa con la inscripción: «El salvador de las madres».
En 1848 Claude Bernard, el gran fisiólogo de este siglo y "fundador" oficial de la medicina experimental, descubre la primera enzima (lipasa pancreática). En ese año comienza a emplearse el éter para sedar a los pacientes antes de la cirugía y a finales de este siglo Luis Pasteur, Robert Koch y Joseph Lister demostrarán inequívocamente la naturaleza etiológica de los procesos infecciosos mediante la teoría microbiana. En Francia y Alemania se desarrolla la bioquímica, rama de la biología y de la medicina que estudia las reacciones químicas implicadas en los procesos vitales. De aquí surgirán los estudios sobre vitaminas y se pondrán los cimientos de la nutrición y dietética modernas.
Ignaz Semmelweis (1818-1865) fue un médico húngaro que representa el paradigma de la ruptura definitiva de la medicina contemporánea, de índole empírica y sometida al método científico, con la medicina "artesanal" ejercida hasta ese momento: De origen humilde, se formó en Pest y posteriormente en el Hospital General de Viena, donde entró en contacto con Skoda, Virchow, Hebra y Rokitansky, estudiando junto a este último los procesos infecciosos en relación con las intervenciones quirúrgicas. De ahí nacerá la obsesión que le acompañará toda su vida, y que le llevará, durante su trabajo en una de las Maternidades del Hospicio General de Viena, a establecer la fuerte sospecha de que la mortalidad materna por una infección contraída durante el parto se debía a que los estudiantes no se lavaban las manos antes de asistir a las parturientas.
Obtuvo sus evidencias mediante un rudimentario pero correcto estudio epidemiológico: comparando las salas donde las mujeres eran asistidas sólo por matronas, con las salas en las que los estudiantes ayudaban al parto, y en las que la mortalidad era muy superior (hasta un 40% de las mujeres que daban a luz en ellas morían por dicha infección).[63]
En realidad, y así lo postulo Semmelweis, el origen de la infección se encontraba en que los estudiantes acudían a los partos después de asistir a las sesiones de disección de cadáveres, portando en sus manos un agente infeccioso procedente del material putrefacto de los mismos. Y la solución, propuesta y corroborada con un nuevo estudio por él mismo, se basaba en el lavado de manos previo al parto con una solución de cloruro cálcico. Sin embargo, y salvo contadas excepciones, el estamento médico oficial rechazó sus evidencias, tildándolo de farsante. Acabó con su vida tras contaminarse con un escalpelo empleado en la disección de un cadáver para demostrar su teoría, pero aún pasarían algunos años antes de la demostración oficial por Lister y Pasteur.
Radiografía del tórax de un ser humano. Mediante el empleo de los rayos x pueden visualizarse estructuras como huesos, corazón o pulmones.
Los avances en el conocimiento de los diferentes órganos y tejidos se multiplican durante todo el siglo. Theodor Schwann, Purkinje, la ley de Frank-Starling, François Magendie, el conducto de Volkmann, la angina de Ludwig, la enfermedad de Graves Basedow, la enfermedad de Addison, Santiago Ramón y Cajal,... la lista de médicos insignes se hace interminable, cada uno especializado en un órgano o territorio específico. Fuera de este grupo, aun sin ser médico pero de gran trascendencia para la ciencia médica, hay que destacar a Gregor Mendel, padre de la genética.
Luis Pasteur tampoco estudió medicina, pero puede considerarse uno de los investigadores más influyentes en la historia de la medicina del siglo XIX. Su formación como químico le llevó a diseñar un método de observación de sustancias químicas mediante luz polarizada, lo que le abrió las puertas para el estudio de los microorganismos (inicialmente levaduras), demostrando que en los procesos de fermentación no se producían fenómenos de "generación espontánea" sino de proliferación de microorganismos previamente presentes. Joseph Lister aplicaría posteriormente este conocimiento desarrollando mediante calor la práctica quirúrgica de la asepsia y la antisepsia, y consiguiendo así disminuir drásticamente las tasas de mortalidad tras las operaciones, principal obstáculo para el definitivo despegue de la cirugía. El golpe definitivo a las enfermedades infecciosas (tras las vacunas y la asepsia) lo dará Alexander Fleming a comienzos del siglo XX con el descubrimiento de la penicilina, el primer antibiótico. Pero cinco años antes del final del siglo aún se va a producir otro gran descubrimiento. El 8 de noviembre de 1895 un físico alemán llamado Wilhelm Röntgen consiguió producir un nuevo tipo de radiación, no conocida hasta ese momento. Se trataba de un tipo de radiación electromagnética en las longitudes de onda correspondientes a los actualmente llamados Rayos X. Por ese descubrimiento recibiría el Premio Nobel de Física en 1901. Es la primera de las técnicas de diagnóstico por imagen que permitirán observar el interior del cuerpo humano en vivo.

MEDICINA RENACENTISTA

Dos hechos históricos marcaron el modo de ejercer la medicina, e incluso de enfermar, a partir del Renacimiento.
Por un lado, las grandes plagas que asolaron y protagonizaron el final de la Edad Media. Durante el siglo XIV hace su aparición en Europa la Peste Negra, causa de la muerte, por sí sola, de unos 20 o 25 millones de europeos.[57] Por otro, los siglos XV (il Quattrocento) y XVI (il Cinquecento) tuvieron en Italia el origen de unas filosofías de la ciencia y de la sociedad basadas en la tradición romana del humanismo. El florecimiento de Universidades en Italia al amparo de las nuevas clases mercantiles supuso el motor intelectual del que se derivó el progreso científico que caracterizó a este periodo. Esta "nueva era" recaló con especial intensidad en las ciencias naturales y la medicina, bajo el principio general del "revisionismo crítico". El universo comenzaba a contemplarse bajo una óptica mecanicista.
Es la época de los grandes anatomistas: la evidencia experimental acaba con los errores anatómicos y fisiológicos de Galeno y las propuestas adelantadas de Roger Bacon alcanzan a todas las disciplinas científicas: Copérnico publica su teoría heliocéntrica el mismo año en el que Andrés Vesalio, el principal anatomista de este período, publica De humani corporis fabrica, su obra más relevante y manual imprescindible para los estudiantes de medicina de los siguientes cuatro siglos.
Vesalio se doctora en la universidad de Padua, tras formarse en París, y es nombrado "explicator chirurgiae" (profesor de cirugía) de esta universidad italiana. Durante sus años como profesor redactará su gran obra, acabando su carrera profesional como médico personal de Carlos I y, posteriormente, de Felipe II. Peregrinó a Jerusalén, según se revela en una carta de 1563, tras serle conmutada por el rey la pena de muerte por la penitencia de la peregrinación. El motivo de la condena es la disección que realizó a un joven noble español tras su muerte y el descubrimiento, al abrirle el pecho, de que el corazón aún latía.
Pero Vesalio es el resultado de un proceso que se desarrolló lentamente desde bien entrado el siglo XIV. En 1316 Mondino de Luzzi, medieval por nacimiento pero renacentista por derecho, publicó en la Escuela de Bolonia su Anathomia, el primero en hacer una descripción anatómica sobre una disección pública, dando paso a una sucesión de tratados anatómicos y quirúrgicos en los que la medicina debe reinventarse como disciplina empírica y protocientífica. El mismo Leonardo da Vinci publicó un innumerable catálogo de ilustraciones, a caballo entre la anatomía y el arte, basados en disecciones de, al menos, veinte cadáveres, y se publica la primera clasificación de las enfermedades mentales
De humani corporis fabrica, xilografía 164. Edición de 1543.
La obra de Vesalio vio dos ediciones en vida del autor, y supuso una concepción de la anatomía radicalmente diferente a las anteriores: se trata de una anatomía funcional, más que topográfica, vislumbrando, en la descripción de las cavidades del corazón, lo que será el gran descubrimiento anatómico y fisiológico de la época: la circulación pulmonar o menor, que formularán de modo más completo dos grandes médicos renacentistas: Miguel Servet (en Christianismi restitutio de 1553) y Mateo Realdo Colombo (en De re anatomica, 1559), y cuya paternidad se ha atribuido clásicamente al médico inglés del siglo XVII William Harvey.[58]
Debido a su enorme influencia han quedado con el nombre de Vesalio algunos epónimos en estructuras anatómicas del cuerpo humano, como el "agujero de Vesalio" (orificio del hueso esfenoides), la "vena de Vesalio" (emisaria que pasa por el agujero de Vesalio), o el "ligamento de Vesalio" o de Poupart (en el borde inferior de la aponeurosis del músculo oblicuo mayor). También se convirtieron en epónimos anatómicos los nombres de algunos de sus discípulos o contemporáneos, como Gabriel Falopio (1523-1562) o Bartolomeo Eustachio (1524-1574).
Además de anatomistas en el Renacimiento, también surgieron algunas figuras médicas de interés, como Ambroise Paré, padre de la cirugía moderna, Girolamo Fracastoro y Paracelso.
Paré representa a la perfección el modelo renacentista de médico hecho a sí mismo y reinventor del papel de la medicina. Era de familia humilde pero alcanzó tal fama que acabó siendo el médico de corte de cinco reyes. Su formación se inició en el gremio de los barberos y sacamuelas, pero compaginó su trabajo con la asistencia al Hôtel-Dieu de París. Sufrió un cierto rechazo de la comunidad médica, ya que su extracción humilde y su desconocimiento del latín y el griego le llevaron a escribir toda su obra en francés. Desde sus inicios fue considerado un "renovador", lo que no siempre le benefició, aunque su reputación fue hasta el final su principal aval. Buena parte de su obra es un compendio de análisis y refutación de costumbres, tradiciones o supersticiones médicas, sin fundamento científico ni utilidad real.[59]
Estudio anatómico de Leonardo da Vinci: Los órganos principales y los sistemas vasculares y urogenitales de una mujer, 1507.
Del segundo habría poco que destacar, de no ser por una obra menor escrita en 1546 que no alcanzaría repercusión hasta varios siglos más tarde: De contagione et contagiosis morbis. En ella Fracastoro introdujo el concepto de "Seminaria morbis" (semilla de enfermedad), un anticipo rudimentario de la teoría microbiana.
Y, en cuanto a Paracelso (Theophrastus Philippus Aureolus Bombastus von Hohenheim), su controvertida personalidad (el sobrenombre autoproclamado de Paracelso lo tomó por considerarse "superior a Celso", el médico romano) lo ha colocado en un lugar tal vez inmerecido de la historia: más próximo a la alquimia y a la magia que a la medicina. Hay que destacar, sin embargo, su estudio crítico de la teoría hipocrática de los humores, sus estudios sobre el líquido sinovial, o su oposición a la influencia de la escolástica y su predilección por la experimentación frente a la especulación. En 1527 proclama en Basilea:
No vamos a seguir las enseñanzas de los viejos maestros, sino la observación de la naturaleza, confirmada por una larga práctica y experiencia. ¿Quién ignora que la mayor parte de los médicos dan falsos pasos en perjuicio de sus enfermos? Y esto sólo por atenerse a las palabras de Hipócrates, Galeno, Avicena y otros. Lo que el médico necesita es el conocimiento de la naturaleza y de sus secretos.
Esta posición abiertamente enfrentada con la medicina más ortodoxa, así como sus estudios herborísticos, considerados precursores de la homeopatía, le valieron el rechazo de los médicos alemanes y, en general, de la historiografía médica oficial.
También destacaron algunos clínicos, como el francés Jean François Fernel, autor de Universa Medicina, 1554, al que se debe el término venéreo: A finales del siglo XV se produjo en Europa una pandemia de sífilis. La máxima extensión de esta epidemia (en 1495) se dio durante el sitio de Nápoles, defendido por italianos y españoles y asediado por el ejército francés al servicio de Carlos VIII. Durante el asedio las prostitutas francesas propagaron la enfermedad entre los ejércitos mercenarios y los soldados españoles, bautizándose a la misteriosa plaga con el nombre de morbo gallico (enfermedad de los franceses), y más tarde como "enfermedad del amor".
El Renacimiento también es la época de despegue de la psicología, con Juan Luis Vives, de la bioquímica con Jan Baptist van Helmont, o de la anatomía patológica: Antonio Benivieni recopiló en su obra De abditis morborum causis (De las causas ocultas de las enfermedades, 1507) los resultados de las autopsias de muchos de sus pacientes, cotejándolos con los síntomas previos al fallecimiento, al modo del empirismo científico moderno. La gran figura de la anatomía patológica, sin embargo, pertenece al siguiente siglo: Giovanni Battista Morgagni.